Por: Sara Lucía Caicedo Luna y Diana María Vélez Salinas

En la fría noche del 4 de mayo de 1944, en la ciudad de Zipaquirá nació Clara, una niña de ojos oscuros y piel morena. Para sus padres, José María González y María Clemencia González era la bendición que tanto estaban esperando, ya que llevaban mucho tiempo intentando tener un bebé. Así que ese día con toda la familia celebraron, brindaron y lloraron la llegada de tan deseada hija.

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Al otro día, cuando se levantaron y fueron a ver a Clara le encontraron

una marca en forma de media luna en el dorso de su mano derecha.

Los padres preocupados de tal marca que no habían visto antes

buscaron a distintos doctores que les explicaran qué era.

Ninguno dio respuesta, hasta que decidieron consultar con la

bruja de la ciudad, una mujer anciana en la que nadie confiaba

y de la que todos tenían miedo. Al llegar a la casa de la anciana,

ella les hizo prometer que le creerían y no dudarían de sus palabras,

los padres de Clara aceptaron y entraron a la casa de la anciana.

Cuando la anciana tomó a Clara en sus brazos y miró su mano

derecha e identificó inmediatamente de qué se trataba aquella

marca. La anciana miró a los padres y les dijo 

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“La marca de Clara es el llamado de la Virgen María, quiere decir que cuando Clara cumpla su mayoría de edad la Virgen se la llevará al cielo”.

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Los padres se negaban a creer que eso iba a pasar, después de todo lo que habían luchado por tener un bebé y le preguntaron a la anciana qué podían hacer para que la Virgen no se llevara a su hija, y la anciana les respondió que debían construir un altar más grande y único para Jesús. Entonces, el padre de Clara llegó ese día a casa y comenzó a crear distintas maquetas para construir el altar hasta que finalmente dio con la idea de crear un altar subterráneo al que hoy en día se conoce como la Catedral de Sal.

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Isabella Cerón